8/19/2010

LA SOCIAL-BACANERÍA

Desde que era muy joven y mis precarias ideas políticas empezaban a encontrar sentido más allá de los comentarios de mi papá, enfrente una amarga y desaforada crítica, mis ideas se enmarcaban en las que algunos sabios decidieron llamar de derecha en oposición a la denominada izquierda, tendencia mayoritaria entre mis tías y posteriormente entre mis primos. Los primeros ataques que recibí me parecieron tontos y austeros de conocimiento, como puede un joven ser de derecha, la juventud es revolución y la revolución es de la izquierda, la verdad es que no quería parecerme a aquellos reconocidos revolutos de la Universidad del Cauca que tiraban piedras y pintaban paredes en nombre del proletariado pero que en sus años de madurez vestían paños ingleses engalanados por corbatas Hermes y mancornas Mont Blanc. Pero si aquellos personajes me parecían incoherentes, los viejos tirapiedras, ahogados en su melancólico recuerdo universitario, promulgando la dictadura del proletariado aun a sus cincuenta y tantos años, me parecían lamentables, hasta el punto de generar en mí un sentimiento macabro, el pesar.

Lo cierto es que mi primera juventud la pasé inmerso en jocosas discusiones políticas con mis primos, que se denominaban de izquierda, e incluso con uno que otro mamerto de esos que hacen alarde de su precaria condición social. A todos ellos los aprendí a manejar, siempre te atacan con vehemencia argumentando que tienen pruebas que uno no conoce por ser privilegiadas para mamertos, intentan reducirte a la expresión de un pequeño burgués y por último, tratan de ridiculizar la corriente que inspira tu posición política. Cuando les pides las pruebas en físico, estas nunca aparecen, cuando les preguntas porque eres un pequeño burgués se quedan sin argumentos y cuando preguntas que connotaciones reales tiene la derecha y el llamado conservadurismo, sus argumentos hacen agua y ya debilitados es el momento de desvirtuar ese trasnochado modelo político ilógico, utópico e ineficaz.

Así pasaban mis días de colegio, buscando escenarios, pocos por demás, donde aquellos izquierdistas intentaran destruir mi posición siempre de la misma forma, para regocijarme al verlos tararear en el momento decisivo. Nunca me preocuparon los izquierdistas, su añorado modelo no era más que un viejo sueño que tarde o temprano los llevaría a desaparecer, solo procuraba aprovechar cada momento antes de que eso pasara.

Tras un paso fallido por una importante universidad capitalina, llegué a una de las más prestigiosas universidades del país conocida por sus costosas matriculas y por albergar en su interior a la crema y nata de la sociedad colombiana. Allí, pensé, mis días serían aburridamente apacibles y mis ideas políticas aceptadas y seguidas, nunca imaginé cuán equivocado estaba.

En ese claustro reinaba una posición que para mi fue desconocida e indescifrable, sus miembros, no todos, decían no pertenecer ni a la izquierda ni a la derecha, en las simulaciones políticas eran mayoría los partidarios de la Alianza Social Indígena o del partido verde, no tenían un proyecto político definido sino que defendían a ultranza cualquier política que ellos denominaran progresista, confieso que nunca entendí el significado de esa palabra, los transgeneristas, las marchas indígenas, los corteros de caña, el aborto, la eutanasia, el ateísmo…etc. todos se defendían con especial atención utilizando los importantes instrumentos ofrecidos por la institución que para muchos posaba de cómplice de aquellos sujetos.

Yo estaba atónito, intentando reaccionar, pero su posición mutaba conforme vieran posibilidades de acomodar su consigna, salvar al mundo, posando de héroes y heroínas, utilizaban los más eficaces medios para torcer lo que para ellos, desde su burbuja de cristal, constituía una injusticia social. Encerrados como estaban en sus capullos, pretendían arreglar el mundo, abogaban por seres que ni siquiera conocían, solucionaban problemas que no entendían, un pobre indígena merecía su accionar de superhéroes por el solo hecho de serlo, sin importar las consecuencias que eso tuviese o los motivos de su inconformidad. Todas sus acciones eran motivadas por una Bacanería in mesurada, como una especie de jipismo pero arropado con Louis Vuitton y Prada, asentados en portentosos apartamentos en Rosales o el Nogal, socios de los más prestigiosos clubes y participes de las más grandes excentricidades. Las fiestas eran en contra de la discriminación aunque sus grupos sociales fueran la cuna del elitismo.

En definitiva, esta gente que a primera vista parecían unos pobres yupis inofensivos, han encontrado peligrosos medios para llevar a cavo sus acciones “reivindicadoras”, no es fácil combatirlos ideológicamente porque no tienen ideología, ellos van y vienen esperando que sus antenitas detecten una situación en la que puedan demostrar sus dotes de “buenos samaritanos”. Su pretendido mundo color de rosa amenaza con desequilibrar el conjunto de una sociedad compleja y llena de matices.

Mi propósito en este mundo es ayudar a generar una sociedad mejor, mi propósito es ver una Colombia grande, donde ni uno solo de sus habitantes tenga que sufrir las inclemencias de la miseria. Ayúdenme, quizás entre todos encontremos la forma de acabar con esta social-bacanería y logremos contribuir a la construcción de un modelo de progreso económico y social que logre sacar de esta lamentable situación al admirable pero doliente pueblo colombiano.


El Patojo/Opinión.

NOTA: La Corporación Bicentenario publica los artículos con el ánimo de fomentar el debate político y social. En este sentido, los artículos no han sido revisados previa publicación para que sean los mismos lectores los encargados de comentarlos y debatirlos.

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